La primera vez que alguien pudo ver una película de cine fue en 1895.
El 28 de diciembre, los hermanos Lumière proyectaron en el
Grand Café de París una pieza titulada “La salida de los obreros de la fábrica
Lumière” seguida de otras nueve más. No había más de 35 espectadores en la
sala, pero su impresión fue tan grande que en pocos días miles de personas competían
por ver a ese puñado de mujeres y hombres saliendo por la puerta de la fábrica
Lumière, y a un perro asustado.
Auguste y Louis eran empresarios. De hecho, Lumière era
líder europeo en fabricación de placas y años después desarrollaría uno de los
primeros sistemas de fotografía en
color. Realmente el invento del cinematógrafo había sido un reto más de
I+D dentro de la compañía, incitados
por su padre al conocer el poco comercializable kinetoscopio que acababa de
presentar Edison tan solo un año antes. Y también fue una línea de negocio
abandonada cuando, pasado un tiempo, no parecía que fuera a seguir animando la
cuenta de resultados de la empresa.
Eran empresarios, innovadores y rápidos. Por eso es
razonable que la primera película de cine fuera también el primer video
corporativo de la historia. No solo porque lo que se veía en ella era su
fábrica, a la que por cierto no vieron necesario añadir un gigantesco letrero
que la identificara, sino además porque la proyección en sí era un acto de comunicación
de la capacidad innovadora que albergaba la firma.
Ese mismo año se había celebrado el primer rally
Paris-Bordeaux-Paris, evento que se aprovechó para anunciar el primer neumático
Michelin; Francia conquistó Madagascar y salió publicado el libro “La máquina
del tiempo” de H. G. Wells. En fin, había unos cuantos asuntos populares que
grabar incluyendo el argumento de una buena peli de ficción. Pero los Lumière
decidieron inaugurar el cine mostrando al mundo sus propios trabajadores.
Tal vez no sabían que iban a hacer historia. Y por supuesto
ni se imaginaban que pasado más de un siglo habría quien creyera que hacer
hueco a los propios trabajadores en la comunicación es mucho mejor para una
empresa que hacérselo a un cartel gigantesco en la puerta de la fábrica.
En facts:brands creemos que es así. Creemos que todo lo que
ha ocurrido desde que nació el cine puede ayudar a que las marcas de hoy
comuniquen de un modo más acorde a lo que exigen nuestros tiempos: con
transparencia, abriendo las puertas de las fábricas, contando ideas que hacen
historia o que al menos hacen algo por mejorar la vida de los demás, y dando a
las personas que mueven la máquina el protagonismo que merecen.
Lo llamamos comunicación corporativa de hechos. Consiste en
convertir la realidad de una empresa en comunicación, y en comunicar
precisamente eso: la realidad que merece ser contada. Sin miedo a no tener
modelos, grandes localizaciones o, en definitiva, nada que no pueda conseguir
un perro asustado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario